miércoles, 18 de marzo de 2009

Preservando

"El preservativo no es la solución contra el SIDA". Con estas palabras, Benedicto XVI dejaba clara la posición de la Santa Sede en el tema de los métodos anticonceptivos, durante la que ha sido su primera visita al continente africano. Por otro lado, el Ministerio de Sanidad ha pedido al pontífice que rectifique sus palabras, alegando que el preservativo es un "mecanismo eficaz de prevención de enfermedades de transmisión sexual." Nuevamente, el debate está servido: ¿es el preservativo algo "herético"?

La historia de los profilácticos como método anticonceptivo dominante se remonta al año 1993, época en la que ya se dieron este tipo de debates y, para bien de toda la humanidad, primó la razón: el preservativo no era un representante del Demonio en los lechos de las personas de bien, sino que era un método de prevención de enfermedades, igual que las aspirinas o los inhaladores. Pero en este caso la salud no era la única involucrada: el papel de actor principal pertenecía a las relaciones sexuales. Y fue aquí donde la Iglesia se involucró, adoptando el papel de defensora de las buenas costumbres y alegando que estos "profilácticos" no hacían sino darle al sexo (sí, se llama sexo) un papel predominante en las relaciones humanas. Un intruso en el concepto histórico de la familia.

Este planteamiento, respetado durante cientos de años en casi todo el mundo, deja unos cuantos cabos sueltos que no deberían ser tal. ¿Es más importante la concepción de "familia" que la salud? ¿Las relaciones sexuales son nocivas, hablando en términos del alma? La OMS (Organización Mundial de la Salud) no tiene una respuesta para saber si el sexo es algo sacado del averno, pero sí que asegura que es, después de la abstención, el mejor método de prevenir las enfermedades de transmisión sexual. Hoy en día, enfermedades como el SIDA o la Gonorrea suenan a "chino" en el mundo occidental, pero no es así en el mal llamado "Tercer Mundo" (encabeza todas las listas de desgracias con solución). A modo de dato significativo, diremos que en África mueren 800.000 niños y niñas al año a causa del SIDA.

El problema no es que la Iglesia se posicione en contra de los profilácticos (es algo que está en su naturaleza ancestral, y no es algo fácil de lo que desprenderse), el verdadero problema es que transmitan un mensaje como este a un sitio en el que muere casi un millón de niños al año por venereas. A los estudiantes de Periodismo, en el momento en el que entramos por la puerta de la Facultad, se nos enseña a ser responsables con nuestra labor, a saber manejar la información, a saber que cada vez que abrimos la boca nos embolsamos una responsabilidad. Y realmente sorprende que una figura como el Papa, líder espiritual de billones de personas en todo el mundo, no sepa nada de esto. Por un momento imaginemos que todos los africanos creyentes dejasen de utilizar anticonceptivos (los que dispongan de ellos). Esos 800.000 niños muertos serían todo un éxito en las estadísticas de años próximos. Es más, sobrevivir sería el propósito de la vida en el continente donde, ¡qué ironía!, surgió la vida.

Sólo recemos para que los africanos tengan más cabeza que la estrictamente necesaria para sujetarse la mitra.

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